Como mariposas a la luz
Todos, alguna vez, nos hemos quedado absortos observando a una mariposa, tentada, de forma empecinada, y reiterada insistencia, por el riesgo de la luz.
Tiene todo un mundo donde volar, donde escudriñar, pero en un trágico empeño de autodestrucción, se siente atraída por el único punto que puede matarla.
Podemos verlas revoloteando en un frenético batir de alas, acercándose y alejándose de su destino.
Olvidando todo lo que no sea asumir un riesgo mortal dejan a su espalda su “zona cómoda” hipnotizadas por el riesgo, y en una insistencia suicida, acaban estrellándose contra su destino, la luz, y acaban muriendo.
El ser humano, haciendo gala de su procedencia, y manteniendo su instinto animal, al igual que las mariposas también siente una extraña atracción por la autodestrucción.
Lo tiene todo y una gran “zona cómoda”, pero sin saber porque, se dirige inexorablemente, hacia los problemas, los revolotea se acerca a ellos, buscando sin saber porque el peligro constante.
Quizás porque nunca aprendimos a volar, pero si, en cambio, adquirimos ese extraño instinto de autodestrucción.